
MÍ historia
TODO PUEDE CAMBIAR...

Mi vida cambió para siempre el 5 de diciembre de 2012, cuando mi esposo de 18 años de matrimonio, Gustavo, sufrió un accidente cerebrovascular en su trabajo. Tras una semana en el hospital, donde la esperanza de recuperación parecía brillar, las cosas tomaron un giro trágico. Una mañana, mientras le administraban un medicamento, Gustavo manifestó un fuerte dolor de cabeza y, de repente, sufrió una hemorragia cerebral que lo dejó en coma, conectado a un respirador artificial.
Toda nuestra familia estaba reunida en el hospital, esperando noticias que nunca llegaron de la manera que deseábamos. El momento más difícil y angustioso de mi vida fue cuando tuve que tomar la decisión de desconectarlo del respirador. Nunca imaginé que enfrentaría una situación así. Había experimentado el dolor de perder a seres queridos por causas naturales, como mis padres, y también había vivido un divorcio tras un matrimonio de 12 años, pero lo que estaba enfrentando en ese momento era inimaginable.
Fue un dolor indescriptible. Cinco horas después, el 12 de diciembre de 2012, Gustavo falleció, a la edad de 54 años. Durante los años que siguieron, me enfrenté a una profunda soledad, pérdida de identidad, inestabilidad financiera y emocional, entre muchas otras cosas. Durante el proceso de duelo, me di cuenta de que nadie vendría a rescatarme; tenía la inmensa responsabilidad no solo de sobrevivir a la pérdida de mi esposo, sino también de honrar su memoria prosperando en mi duelo.
Me prometí que haría que el tiempo que me quedaba en esta tierra fuera mágico y especial. Decidí acudir a mi fe y a Dios, implementando prácticas y herramientas diarias que me ayudaron a recuperar el poder y la alegría que había perdido durante la enfermedad y muerte de Gustavo. Comencé a compartir mi experiencia de duelo con otras personas y fue aquí donde aprendí a superar esta situación y a tomar control de mi vida.
Mostré que se podía crecer y transformarse a través del dolor, en lugar de perderse en él, y comencé a ayudar a otras mujeres que estaban enfrentando su propio duelo. Desde entonces, he recibido numerosos mensajes de personas que se sentían estancadas en su dolor y deseaban vivir con alegría y paz, integrando a sus seres queridos fallecidos en sus vidas.
Sentí que era mi misión continuar compartiendo mi viaje de duelo y ayudar a aquellos que se sentían abrumados. Mi objetivo principal es demostrar que tienes el poder de decidir cómo escribir el próximo capítulo de tu vida después de un divorcio o una pérdida. Quiero mostrarte que, incluso en el abismo más profundo de la desesperación y la tristeza, hay una historia de redención esperándote.
Sé que ahora mismo puede parecer imposible, pero créeme cuando te digo que es posible volver a amar la vida. Mi propósito en esta vida es ayudarte a que encuentres nuevamente: tu sonrisa, tu risa, tu magia interior que todavía reside en ti. Estoy aquí para acompañarte en cada paso del camino.